Con la siembra en pleno arranque es importante repasar algunos criterios y pautas de manejo claves para un trigo bien sembrado.
El trigo es uno de los tres cereales más producidos a nivel mundial, junto al maíz y el arroz. El grano del trigo, mediante su molienda, es utilizado para hacer harina, harina integral, sémola, y multitud de productos alimenticios derivados como el pan que forman gran parte de la base alimentaria de la población.
Según el último reporte de la FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations) la producción mundial de trigo podría situarse en 797 millones de toneladas, donde el aporte que hace Argentina se acerca a los 16 millones.
Fuentes oficiales (Minagro informe mensual Mayo) mantienen una expectativa de siembra que supera en 3,97% a la campaña 23/24, con una área de más de 6,150 millones de hectáreas en el país. Bajo este contexto, toma dimensión la gran importancia del volumen de producción de este cereal en Argentina, que continúa con una tendencia positiva en el recupero de tierra año tras año.
El trigo como un aliado en los sistemas productivos
El trigo es un cultivo fundamental en los sistemas agrícolas a nivel mundial debido a su versatilidad, adaptabilidad y múltiples beneficios. La siembra del trigo en Argentina data de nuestros ancestros y hablar de este cereal no sólo se limita a su importancia en la dieta poblacional sino también a su rol clave en la rotación de cultivos. Además, el trigo y sus subproductos se utilizan en la alimentación animal, contribuyendo a la producción de carne, leche y otros productos ganaderos.
Dentro de tantos otros beneficios, la siembra directa ha revolucionado la forma de producir otorgando la posibilidad de una mayor ocupación de la superficie a lo largo del año, y es así que, la combinación de condiciones climáticas favorables y el desarrollo de variedades adaptadas a las diferentes latitudes permiten dos cosechas anuales en algunas regiones del país, optimizando así la productividad agrícola. Además de la clásica rotación trigo-soja de segunda, toma cada vez más protagonismo trigo-maíz de segunda, y la combinación con otras variedades de invierno como cultivo de servicio.
La inclusión del trigo en la rotación de cultivos es una de las herramientas claves para el manejo integrado de adversidades, ya que ayuda a romper los ciclos de plagas y enfermedades, reduciendo la necesidad de agroquímicos.
Gracias a su sistema radicular fibroso o en cabellera, este cereal resguarda la integridad del suelo y promueve la infiltración de agua. Hacerlo partícipe de la rotación, contribuye a la mejora de la estructura del suelo y a la reducción de la erosión. Después de la cosecha, los residuos del trigo dejan una cobertura que protege el suelo de la erosión por viento y agua; cobertura que también ayuda a conservar la humedad del suelo, lo que es crucial para la sostenibilidad de los sistemas agrícolas en regiones áridas y semiáridas.
Desde el punto de vista ambiental, es un cultivo que contribuye al ciclo del carbono absorbiendo CO2 de la atmósfera y ayudando a mitigar el cambio climático. También, en sistemas diversificados, contribuye a la biodiversidad al mejorar la resiliencia del sistema agrícola frente a cambios ambientales y económicos.
Germinación, crecimiento y producción: la llave al éxito
Las pautas de manejo de la siembra de trigo son cruciales para asegurar una buena germinación, un crecimiento saludable y una producción óptima. Lejos de ser un manual de siembra, siempre es relevante refrescar conceptos y tener claros los criterios agronómicos.
1. Selección de variedades: adecuadas para las condiciones climáticas y de suelo específicas de la región, con resistencia a las enfermedades comunes en la zona para minimizar pérdidas, y considerar el ciclo de cultivo (corto, medio o largo) según las necesidades de rotación y disponibilidad de agua.
2. Preparación del Suelo: análisis para determinar niveles de nutrientes y ajustar la fertilización en consecuencia; siembra directa para mejorar la estructura del suelo y facilitar la germinación; y buen control de malezas previo a la siembra.
3. Fecha de siembra: óptima según región y variedad. En general, se siembra en otoño para aprovechar las condiciones climáticas favorables, particularmente de temperatura del suelo; y considerar la previsión meteorológica para evitar períodos de sequía o heladas durante la germinación.
4. Densidad y profundidad de siembra: ajustar según variedad y condiciones del suelo. En general, se recomienda una densidad de 200 a 250 semillas por metro cuadrado, a una profundidad de 3 a 5 cm, asegurando un buen contacto con el suelo para una germinación uniforme.
5. Fertilización: aplicar fertilizantes de base (nitrógeno, fósforo y potasio) según el análisis del suelo, siendo el fósforo particularmente importante para el desarrollo radicular; y programar aplicaciones de nitrógeno en etapas clave del crecimiento, como el macollaje y espigazón.
7. Control de plagas y enfermedades: monitoreo regular; manejo integrado de plagas (MIP) combinando métodos biológicos, culturales y químicos para un control sostenible; y tratamiento de semilla con fungicidas e insecticidas para proteger las plántulas al inicio.
En este aspecto, SIMA contribuye a tomar decisiones precisas fundadas en la enorme base de datos recolectados. Partiendo de una imagen NDVI, es posible obtener un mapa de crecimiento vegetativo, identificar zonas problemáticas, crear ambientes y tomar decisiones que no contemplen la intuición y tengan una base sólida. La herramienta también permite visualizar en tiempo real el estado de los lotes, cada uno de ellos georeferenciado sobre un mapa satelital, y observar semáforos de alerta de cada monitoreo y cada aplicación realizada en cada cultivo y cotejar con la base de datos.
Hagamos trigo
Además de sus múltiples beneficios, la producción de trigo ofrece a los agricultores una fuente adicional de ingresos contribuyendo a la estabilidad económica. Esto es especialmente importante en sistemas agrícolas donde otros cultivos principales tienen un ciclo de producción más largo. Y al ser un producto comercializable a nivel mundial, brinda oportunidades de exportación y acceso a mercados globales.
Es un cereal con una gran adaptabilidad a diferentes tipos de suelo y una considerable resiliencia climática. Por ello, gracias a los agentes que trabajan en el desarrollo de nuevas variedades de trigo para mayor resistencia a condiciones climáticas extremas, enfermedades y plagas, es posible asegurar su producción incluso en condiciones adversas.
Desde la alimentación básica y la mejora de la salud del suelo, hasta la estabilidad económica y la resiliencia climática, el trigo es un cultivo esencial en los sistemas agrícolas. Su papel en la rotación, conservación del suelo y diversificación de ingresos hace del trigo un componente vital para la sostenibilidad y productividad de la agricultura a nivel global.