Respirá profundo, y tratá de contener la respiración por lo que dure el resto de este texto. El esfuerzo ayudará a acompañar el mensaje y el sentimiento de estos días.
Llega el momento más esperado del año más caótico que recordemos: su fin. Necesitamos que desaparezca, desvanezca, se vaya, y, casi como por arte de magia, un simple pasar de almanaques nos haga emerger de una sopa que ya se nos hizo acaudaladamente espesa.
El año comenzó con una lección desde el otro lado del océano que no supimos leer a tiempo: esta pandemia es real, y el margen de acción se acota para poder corregir nuestro rumbo.
Después de nueve meses de aislamiento, distanciamiento o el nombre que le quieran poner, se sintieron como lo primero que uno piensa si habla de nueve meses: un parto.
Pero, ¿qué daremos a luz? La iluminación, en este caso, será el aprendizaje que nos haya dejado todo este sinsentido. Debería darnos varias certezas sobre cosas que no pueden volver a repetirse.
Vamos a parir una digitalización que ya no será un futuro lejano, sino un commodity de un plan básico, algo totalmente necesario y mucho más accesible de lo que pensamos. Sobrado de ejemplos estamos, pero allá vamos: las aulas de nuestros chicos fueron digitales, y las tomaron con mucha más naturalidad de lo que esperábamos. Así también fueron nuestras reuniones laborales, sociales (alguien recuerda que se festejaban los zoompleaños?). Tuvimos que estar en la real situación de no poder estar presentes en un lugar para acudir a las herramientas que la tecnología tenía preparado para nosotros hace un tiempo.
Aunque a veces pareciera que trabajar sólo trabaja el que está en una videollamada. Hay que aprender a decir “creo que con esto ya damos por terminada nuestra reunión” y evitar y castigar cada vez que escuchamos “te tengo que cortar porque tengo otra videollamada”. Tampoco es la idea que tengamos toda la jornada laboral en streaming.
Nuestro hijo cuarentennial, sabrá la importancia de los dashboards o tableros de control, y cómo los datos que aportamos desde distintos sectores de la compañía tienen que ser fidedignos, para servirnos de guía frente a la imposibilidad de estar omnipresentes en todos los sectores. Es decir, necesitamos de fuentes de data reales, automatizadas en sus procesos y colaborativas.
Será ágil, ya que necesitará trabajar de forma remota, complementarse con el resto del equipo de trabajo y acompañarse en pos de los objetivos planteados en un escenario mucho más distinto al que habíamos imaginado.
El agro se supo adaptar a un nuevo contexto, mediante digitalización de procesos y eventos que un año atrás sólo concebíamos de forma analógica. La utilización de herramientas se multiplicaron porque el productor entiende que no sólo sirven como ahorro de tiempo sino además como unificación de criterios y, nuevamente, como fuente de datos para la toma decisiones basadas en precisiones. La agricultura digital trajo consigo algunos valores: simpleza, colaboratividad, inteligencia.
¿Pero cuáles son los siguientes pasos? Hasta tanto nuestro hijo no esté vacunado (y si bien uno trata de ser optimista, los tiempos que supone quien escribe no son muy esperanzadores), todo tenderá a intensificar lo que sucedió este año, con lo cual lo nuestra mejor manera de prevenir una catástrofe es tener bien presente lo que la digitalización y la toma de decisiones basadas en datos puede representar a su favor, sin necesidad de esperar a una nueva campaña. Ya no queda margen de acción.
Ahora sí. Soltá todo ese aire, y volvé a respirar «normalmente».